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Lo ha dicho el Papa Francisco: ha empezado la Tercera Guerra Mundial. Y tenemos guerra para rato. Volvemos a estar metidos en un maldito callejón sin salida. La espiral de destrucción, cuando empieza, es difícil de parar sin vencedores y vencidos. Un nuevo desorden mundial asoma a las puertas, con armas más sofisticadas, destructivas y devastadoras que nunca. Guerra híbrida, la llaman. Pero podríamos llamarla guerra total. La tiranía y ausencia de derechos en algunos poderosos países (pongamos China y Rusia, por ejemplo) se han aceptado como algo inevitable, incluso puede que haya quien lo vea con buenos ojos. Siguen la doctrina de «todos contra el imperialismo yanqui, el capitalismo y la democracia liberal». Hay tanta injusticia, desigualdad y abusos de poder, que Norteamérica y la Unión Europea les parecen los malos. Los antiguos bloques de la Guerra Fría se han transmutado y modernizado. Hay demasiada propaganda. Pregúntate: ¿Dónde hay libertad de expresión o derechos humanos? ¿Tú de qué lado estás? Vuelven los tiempos del conmigo o contra mí. En las guerras no te dejan abstenerte y las elecciones son a vida o muerte. Creíamos ingenuamente que estábamos fuera de peligro y que era imposible volver a los desastres de la guerra.

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El filósofo griego Heráclito decía que «la guerra es el padre de todas las cosas». También se podría decir que la paz, tan frágil ella y tan inestable, es la madre de todas las guerras.