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Si estás en un bufet libre y hay alguien que camina lento e indeciso, desconfía. Los bufets libres están hechos para no pensar, para actuar sin alevosía ni nocturnidad, para arrasar con todo lo que te encuentres, te guste o no, y ponerte hasta las cejas de las cejas. Hace unos días estuve en uno de esos festivales del comer y del beber. Era un hotel atestado de turistas alemanes y británicos, de los que se ve a una legua que les va lo de comer por encima de sus posibilidades.

Lo mejor de los bufetes es que la pluralidad de las nacionalidades obliga al hotel a ofrecerte un porrón de alternativas que te permiten, por ejemplo, comerte unas judías con el desayuno, o unos nuggets de pollo. Además, no importa si el resultado es una aberración gourmet, porque como hay tantos gustos como usuarios, todo está bien visto y hay cierta carta blanca tanto para los que reparten la comida como para los que la consumimos.

Por eso ni te preguntas qué hacen allí unas judías o brócoli, ni tampoco cuestionas nada cuando ves en un mismo plato mermelada y pollo o salchichas. La verdad es que existe un debate abierto y que no se puede resolver entre aquellas personas que prefieren dulce para desayunar y las que prefieren salado. Yo soy un híbrido porque prefiero un buen plato de embutido con su pan y su tomate restregado, aunque siempre hay sitio para napolitanas, donuts o antojos de chocolate.

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Pero, como te decía, un bufet no sirve para pensar. Aunque debamos tener un consumo de alimentos ecorresponsable, resiliente y sostenible para luchar contra el cambio climático y evitar que los ecoterroristas nos asesinen con sus miradas inmisericordes y sus misiles de tofu de destrucción masiva del sabor, lo cierto es que en un bufet coges lo que te apetece sin importarte si no te gusta porque al final vas a pagar lo mismo. Y llenas el plato por encima de lo físicamente posible para evitarte un viaje extra, o para no malgastar calorías que luego tendrás que reponer.

Por eso, si ves a alguien en un bufet que camina lento, desconfía, porque perfectamente puede ser uno de esos terroristas que está más pendiente de tu plato que del suyo. Y, no lo olvides, no juzgues a nadie por lo que lleva en el plato porque puede estar innovando, improvisando o creando una mezcla deliciosa que te acabará sorprendiendo.

Y si no ves a nadie andando lento e indeciso, eso significa que eres tú… ¡Y aparta, que aquí se viene a comer!

dgelabertpetrus@gmail.com