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Otra evidencia más. Me he hecho viejo. Osea, voy cumpliendo años y no me quejo, pero cada vez soy menos adolescente y más adulto cascarrabias. Imagino que poco le puedo hacer al ritmo de la vida, más que agradecerle que tenga a bien brindarme cada día una oportunidad más en formato de episodio de 24 horas, pero la verdad es que hay un montón de situaciones en la vida cotidiana que sirven para contrastar que los años pasan y pesan. Ya no corro en la playa. Hace años, haciendo el tonto, me imaginaba a mí mismo como protagonista en «Los vigilantes de la playa» y corría en la orilla de Son Bou como si todo se retransmitiera a cámara lenta, con una música épica que me acompañaba mientras iba en búsqueda del peligro.

Ahora, muy probablemente, a los 3 pasos me tropezaría torpemente y acabaría comiendo arena. Antes, hace años, era capaz de enrachar varios días de salir de fiesta y empalmar directamente con el trabajo. Sobre todo, cuando trabajaba en «Es Diari», donde lo de madrugar era una palabra prohibida y fuera de su libro de estilo. Por eso algunas noches de verano se me alargaban y acababan flirteando con las mañanas de verano. Y su consiguiente resaca. Ahora es imposible, si no duermo un mínimo de horas puede que me explote la cabeza. ¿Y lo guay que era cenar unas pizzas sin que la digestión nocturna se convirtiese en una pesadilla? Ahora es impensable, es como jugar a la ruleta rusa con el tambor del revólver lleno de balas y sin margen de error. ¡Se trasca la magedia!

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Hacerse viejo, a pesar de todo, tiene sus cosas buenas. Tienes una existencia más tranquila, todo lo intrascendente te importa un pelín menos y lo verdaderamente importante te importa una cabellera más. Por ejemplo, intentas perder menos el tiempo para invertirlo mucho mejor. Resulta que, cuando a los 20 pensabas que tener dinero lo era todo, resulta que a los treinta y tantos lo que tiene un verdadero valor es encontrar esa maldita tarde para poder juntarte con los amigos y echar unas cervezas. Hay más cosas buenas, supongo, pero se me habrán olvidado, como soy más viejo… Priorizas mejor. El orden de los factores sí altera el producto, por mucho que nos hayan enseñado y empeñado en lo contrario. Si tú te comes unos macarrones antes de hervirlos, probablemente lo entiendas mucho mejor. Por eso si ordenas las cosas que tienes que hacer, el resultado es mucho mejor. Ahora que caigo, escribir este artículo es de viejo. Antes hablaba de otras cosas que entretenían más, una responsabilidad y un miedo, que crecen a cada semana porque, para qué negarlo, lo consigo muchas menos veces de las que me gustaría. Y todavía muchas menos de las que te gustaría a ti que me regalas tu tiempo. Y a cada semana somos más viejos.

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