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Es que me lo ponen a huevo. El nivel de disparate que vivimos en el día a día con la pantomima que gobierna este país es tan surrealista que, por momentos, creo que cuando acabe le van a dar algún premio en plan «a la película más surrealista». Lo último es blanqueamiento al terrorismo que propone el PSOE y los demás esbirros de Pedro Sánchez asegurando - ¡completamente convencidos, encima!- que con esta modificación legislativa que proponen a la carta de Puigdemont, no es más que la matización de que hay terrorismo bueno y terrorismo malo.

No sé tú, pero a mí me parece que nos están tomando por gilipollas por encima de nuestras posibilidades. Según el discurso de estos desalmados, un terrorista que en su empeño de hacer daño falla por un motivo u otro no logrando así su objetivo, no es terrorista. Por torpe, por inepto o por la suerte que han tenido las que iban a ser sus víctimas. Y como no ha hecho daño, los jueces tienen que dejarlo en una chiquillada. O mejor, para que lo entiendas de cerca, según su interpretación para ellos es más grave la broma del tontolaba de la falsa amenaza terrorista que se está juzgando estos días que: la fabricación de explosivos por parte de los CDR o los ataques contra la Policía que dejaron a varios de ellos incapacitados de por vida… ¿Tú te crees?

Me recorre el cuerpo una mala sensación de que no va a haber límite. El embustero del presidente del Gobierno y su equipo de titiriteros han asegurado por activa y por pasiva que había líneas rojas que jamás iban a cruzar como pactar con ETA, perdón con Bildu, que no habría amnistía… ¿Qué será lo próximo? Lo que quiera Puigdemont.

No es justo lo que nos está tocando vivir. No es justo que nadie sea capaz de decir ¡Basta ya! Ni siquiera Europa tiene el valor de entrometerse mientras vapulean a la justicia, esa que debe ser imparcial y justa, mientras cortan cualquier posibilidad de replique con el argumento «a ti lo que te pasa es que eres facha».

El Gobierno vive cómodo en la crispación, generando polémicas con una impunidad que no es justa. Tras el blanqueamiento de los CDR, los etarras reclamarán lo mismo y se lo dará porque nada le importa y porque todo le importa nada. Y lo camuflan de progresismo con una sonrisa diabólica.
Porque mientras los payasos actúan y hacen de las suyas, el público aplaude y no presta atención a lo verdaderamente importante.

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