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Juegos y redes sociales absorben el tiempo de los más jóvenes, llegando a aumentar la ansiedad, provocar trastornos alimentarios y pudiendo constituir una herramienta tremenda de acoso. Parece mentira, pero… ¡no lo vimos venir! Hemos dejado a los niños y a los adolescentes solos ante las pantallas, pensando que eran inofensivas, que nos permitiría tenerlos distraídos durante largo rato, sin aburrirse, gracias a la enorme cantidad de oferta que albergan.

Creímos que teníamos un juguete estupendo para mantener a los pequeños tranquilos y entretenidos, una solución fantástica para poder despreocuparse durante horas de ellos, pensando que estaban a salvo en su habitación. Pero la realidad es extremadamente distinta. Bajamos la guardia, no fuimos conscientes del inimaginable mundo que se abre tras las pantallas, de la gran oferta de contenidos que se les brinda, y les dejamos solos, sin asumir que un gran ogro entraba en casa y se apoderaba de la inocencia de nuestros hijos e hijas: la pornografía.

Dicen los que saben del tema que los efectos del uso indiscriminado de las redes sociales e internet por los niños y adolescentes en estas últimas décadas van a ser devastadores.

El CEO de Meta (Facebook e Instagram, entre otros), Mark Zuckerberg, ha pedido perdón ante el Senado de los EEUU por el daño que provocan las redes sociales a los menores, tras lo cual otros importantes directivos de X (antes Twitter) y de TikTok, anunciaron más controles y medidas en sus empresas.

La Agencia de Protección de Datos cifra el uso de internet en el 90% por parte de menores de 10 años y el 98,3% por menores de 15, siendo el término medio de uso de 5 horas al día.

Según la ONG Save de Children, el 62% de niños y niñas entre 13 y 17 años han consumido pornografía, marcando la edad de inicio en los 8 años. El 54% de estos menores dice que la pornografía es su fuente de inspiración, y un 55% quiere llevarla a la práctica. El 20% envía fotos o vídeos con connotaciones sexuales.

El propio presidente del Gobierno de España admite que tenemos una epidemia, ante el elevado número de niños y niñas que manifiestan sentirse muy tristes y haber aumentado de forma exponencial el número de casos de autolesiones e intentos de suicidio. Para empezar a poner soluciones, el Gobierno ha nombrado un comité de expertos que elaborará un estudio en dos meses.

Posteriormente, se preparará una estrategia para el acceso y uso de Internet por los menores. El comité está compuesto por 50 expertos en pornografía, tecnología, psicología, pediatría, ciberseguridad, así como igualdad de género y de derechos.

La educación sexual siempre ha sido un tema complejo, una asignatura pendiente, un tabú, que en generaciones anteriores se sorteaba mal y que hoy en día muchas familias prefieren obviar, creyendo que así sus hijos no darán con el mundo del sexo hasta una edad adulta. La realidad nos sobrecoge: están aprendiendo con la pornografía como profesora.

Este aprendizaje marca la asociación de sexo con actitudes agresivas, con la falta de respeto y de empatía, con la frivolización de las relaciones, con actitudes profundamente machistas y con una enorme falta de afectividad en el encuentro íntimo con el otro.

Los pequeños, en su inocencia, creen en todo lo que le dicen los adultos: en el ratón Pérez, en los Reyes Magos... los menores creen que lo que ven es la realidad y su mente lo atrapa y lo interioriza en su ser.

¿Cómo es posible que no se haya puesto coto al acceso de contenidos violentos en general y a la pornografía en concreto? Provoca una educación en violencia que antes no existía. Hemos pasado de las películas de dos rombos o las tiendas de vídeos con un reservado tras una cortinilla, donde los menores no podían acceder, a un internet abierto, que lanza sus contenidos sin necesidad de buscarlos y sin ninguna norma.

Tenemos clara la prohibición que tienen los menores de consumir alcohol, o de comprar tabaco, en cambio mientras miran su pantalla los contenidos pornográficos les asaltan fácilmente. La fuente más directa para acceder al porno es X (el antiguo Twitter).

Según el estudio sobre el balance de criminalidad del Ministerio del Interior, de las 17.389 agresiones sexuales que se perpetraron en España en 2022, la mitad de las víctimas fueron menores y una cuarta parte de los agresores son niños.

PornHub, una de las páginas de porno más conocidas, realiza anualmente un estudio de consumo de su sitio. Según la página web oficial, PornHub Insights, en el año 2018 contabilizaron 33,5 millones de visitas. En el 2019, se contabilizaron 44 millones, es decir, un incremento de 10,5 millones de visitas en un solo año. Y la tendencia sigue creciendo exponencialmente.

La solución es compleja para el negocio de Internet, pero se impone un control de edad y la verificación de identidad. Debemos reaccionar como sociedad, rechazar la violencia en todas sus formas en juegos y videojuegos, que contribuya a su normalización e interiorización. Es más, tampoco los adultos deberíamos consumir porno, porque si lo consideramos pernicioso para los menores y nosotros lo consumimos, somos unos cínicos incoherentes. A esto hay que añadir que, si bien la ciencia está dando aún sus primeros pasos en la investigación de las consecuencias neurológicas del consumo de porno, la salud mental y la actividad sexual de su amplia audiencia están experimentando efectos sumamente negativos, entre los que se pueden identificar la depresión y la disfunción eréctil.