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En 2020, la depresión será la segunda causa de discapacidad en el mundo, según la Organización Mundial de la Salud. Hoy, solo una de cada cuatro personas que pueda sentirse deprimida recibe tratamiento médico. Por ese motivo se ha puesto en marcha una gran campaña de publicidad, con la que las administraciones pretenden animar a los desanimados a acudir a su médico, buscar un diagnóstico y recibir tratamiento. El problema no es sencillo. Las consecuencias de la epidemia son, lo que se llama, transversales, afectan sobretodo a quien sufre la enfermedad, pero también a su entorno, a su empresa y, por acumulación, al conjunto de la sociedad. ¿Llegaremos a vivir en un sociedad depresiva?. Ahora estamos deprimidos por la crisis y el entorno que genera, pero trabajamos para salir de ella, con la esperanza de que entonces el cambio nos habrá hecho mejores. La campaña institucional "La depresión se puede curar" coincide realmente, aunque no en sentido estricto, con la campaña electoral. Para que la primera consiga mejorar su eficacia la segunda tendría que ser capaz de ilusionar a alguien, además de a los propios actores políticos, especialmente los novatos. Al ver las causas de la depresión habría que plantear también las fórmulas para favorecer la motivación. Sin un motivo no se hace nada nuevo, nada cambia. Sin embargo, para evitar la depresión es mejor buscar la motivación en uno mismo, como antídoto.