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Cuando era pequeño, en los lejanos tiempos de la prehistorieta (antes de leer a Mortadelo y Filemón), la tele era un armatoste que daba imágenes en blanco y negro. Había muy pocos canales disponibles: la primera y el UHF. A veces, daban obras de teatro, como aquella vez que hicieron "Doce hombres sin piedad". Los niños no podían ver las películas de dos rombos.

Fue un pequeño salto en mi casa, pero un gran paso para la sociedad.

El aparato ha contribuido a cambiar nuestras costumbres y también la manera de entender lo que nos rodea. Nos seleccionan las noticias o nos ponen películas, series, culebrones, concursos, documentales, espectáculos musicales o deportivos. Anuncios a todas horas. ¿Qué sería de nosotros sin la tele?

Desde que ha adelgazado y se ha vuelto interactiva, hasta nos quiere cobrar por ver determinados canales. Es posible que siga cambiando y transformándose en algo diferente a lo que hemos conocido hasta ahora (aunque no solo ella).

Esta semana, se ha ocupado de los resultados electorales. Tras la jornada de reflexión, ha llegado la jornada de inflexión. La gente puede estar indignada, pero no sería bueno que estuviese desmoralizada. Es hora de trabajar, codo con codo, para salir adelante en esta dramática coyuntura, donde la prioridad es recuperar la ilusión y el empleo. Veremos a un partido popular que tendrá que tomar algunas medidas impopulares.

En EEUU han pasado del "Yes, we can" al arresto de Strauss-Khan. Tanto dinero y poder pueden pervertir a cualquiera, sea del partido que sea. Es la condición humana, que camina cada día sobre la fina línea que separa el cielo del infierno.

Que se lo digan a los futboleros. Ellos saben que de la depresión a la gloria, no hay más que un gol. Disfrutaremos de la final televisada de la "Champions". La seguirá casi todo el mundo. Los del Barça, los del Madrid, los del Manchester…incluso los que van con el árbitro.

Cuando vemos algo que suscita tantas pasiones, los problemas pasan a un segundo plano.
La tele habla continuamente, pero no escucha. Ella va a lo suyo. Si te gusta, bien; y si no, cambias de canal y punto. ¡Gran invento, el mando a distancia! En casa, el que tiene el mando decide lo que vemos y oímos. Pero fuera de casa, los canales están en manos de gente muy poderosa. Como en Italia, donde, desde Vito Corleone (personaje ficticio de la novela El Padrino) a Silvio Berlusconi (propietario de Tele 5) la relación con los jueces ha sido tradicionalmente bastante tensa.

A veces, necesito salir a caminar, pisar la calle, respirar aire fresco. Encontrarme con amigos en vivo y en directo, para despejar la mente de tanto mensaje irrelevante o pernicioso…Es entonces, cuando mi mujer me dice: - Apaga y vámonos.