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Como cualquier menorquín, pasaba unos días en Barcelona. Es difícil ir de incógnito. La recepcionista del hotel:

De Menorca… que isla más bonita. Estuve unos días de vacaciones y quedé maravillada. ¡Qué suerte poder vivir allí!

Si, la verdad es que somos afortunados – contestas como queriendo convencerte a ti mismo.

Una visita a IKEA, la multinacional del mueble. Ante las dimensiones de aquello, haces ver que pruebas una butaca y te quedas meditando un rato. Lo primero que te viene a la mente tiene que ver con la inteligencia humana. Te das cuenta de que allí no hay nada casual: todo está cuidadosamente pensado. Desde la estructura de la tienda, los servicios que ofrece, el sistema de compra, el diseño de cada mueble, objeto, utensilio. Sírvase usted mismo: reducir costes y bajar precios. En muchas etiquetas se puede leer (en letra muy pequeña): "Made in China". Tras tomar un refresco en la cafetería interior, te llevas un sofá para montar en casa y algunas cosillas más que vas encontrando a lo largo del recorrido (un circuito de compras genial).

Todo empezó en 1943, cuando Ingvar Kamprad -un joven granjero sueco- creó un negocio de venta de artículos por correo en una aldea del sur de Suecia. La historia es curiosa y nos recuerda a otros emprendedores que han fundado imperios (comerciales) desde modestos negocios particulares. Como Amancio Ortega, Ramón Areces o, más cercano a nosotros, Pere Montañés, fundador de "El Caserío". Un artículo de Alfons Mendez i Vidal en el Diario Menorca del 26 de junio pasado, nos habla de su biografía y su exitosa trayectoria empresarial.

También a escala más modesta, podemos decir que nuestra civilización se ha basado siempre en numerosos intercambios comerciales de todo tipo. El pequeño comerciante sustenta la buena marcha de la ciudad con su callada labor diaria. Mimar al cliente, dar el mejor producto más barato, con la competencia estimulando la iniciativa para ofrecer algo de mayor atractivo. Los supermercados también lo tienen todo estudiado con su contabilidad centralizada. Analizan al consumidor, y el marketing trata de dar con el anzuelo adecuado para cada tipo de pez.

Todo esto mejora, sin ser muy conscientes de ello, la vida que llevamos. A pesar de lo que digan algunos, hoy es todo más fácil y cómodo que antiguamente. Aunque la comodidad no sea lo más importante en este mundo. Hay cosas invariables, como la felicidad o la desgracia, que no distinguen entre épocas ni poderío económico, pues dependen del valor de cada uno (su educación), el azar y los hábitos que hayamos adquirido.

El intelecto humano, uno de cuyos componentes es la creatividad, puede aplicarse a múltiples propósitos. Teniendo un objetivo, la manera de llegar hasta él puede ser más o menos inteligente. Existe una inteligencia comercial. Por eso hay unos cuantos vendedores que se forran y crean puestos de trabajo. El resto, nos limitamos a ser sus clientes.