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Si usted después de años de estudio un buen día consigue colgar en una pared de su casa una orla universitaria donde se aclara que es usted economista, enhorabuena. Si además tiene usted suerte y consigue formar parte del equipo gestor de la economía de una empresa, sepa que es usted una persona con suerte. Pero, déjeme que le diga que tiene que atarse bien "los machos" porque en nada que su empresa dé síntomas de mala gestión económica, le mandará a usted a tomar por retambufa y en puridad así debe de ser por la responsabilidad de usted contraída en la gestión de las finanzas empresariales de la empresa que le paga cada final de mes. Pues bien, aquí, en esta España nuestra, durante años los gestores de los caudales públicos (léase presidentes autonómicos, diputados, alcaldes, concejales y toda la corte de asesores) han gastado como si estuvieran administrando una país de "jauja", como si tuvieran en sus manos el mismísimo "cuerno de la abundancia", sin que pareciera importarles que su alcaldía o su presidencia autonómica se fueran endeudando más allá de lo financieramente sostenible. Y aquí les digo que el pésimo gestor no irá a la calle, ni siquiera cuando acabe esos cuatro años de estar despilfarrando, si resultase que su partido vuelve a ganar las elecciones.

La diferencia entre un gestor de una empresa privada y un gestor de caudales públicos, estriba principalmente en que el primero administra dinero privado y el segundo, dinero del contribuyente. Si el mal gestor de la empresa privada es un inútil, irá más pronto que tarde a la calle, mientras que el gestor político, por muy inútil que sea, continuará ejerciendo su nefasta labor. Sí… ya sé, en política democrática quien premia o castiga son las urnas, pero eso tiene algo más que meros matices para discutir. La empresa privada se deshace del torpe a la mínima. En una alcaldía o gobierno autonómico, tardan años. Y como les decía antes, puede que ni así. Luego, los resultados también son distintos. Fíjense se en los recortes actuales en autonomías y en ayuntamientos y como estos recortes, sobre todo autonómicos, afectan a los de siempre, a los más pobres. Les pongo sólo un dato: más de 30.000 viudas de Castilla la Mancha, que recibían al semestre unos 400 euros por tener pensiones que, en puridad, ni cubren lo esencial de la pura subsistencia, se han quedado de un plumazo sin esa ayuda. Al mismo tiempo tienen que ver cómo la señora Cospedal les sube su ya de por sí estupendo sueldo a sus altos cargos y asesores. Luego Cospedal habla de apretarse el cinturón. Un sarcasmo cuando su sueldo triplica el del presidente del gobierno y dobla el del anterior presidente de Castilla la Mancha (leído en prensa digital 12-08-2011).

Los políticos, sobre todo, deberían dar otra clase de ejemplos, aunque no crean que los malos ejemplos en lo económico los encontramos solo en la gestión pública: el jueves 11 de agosto se dijo en un diario televisivo que por una fotografía de la princesa Letizia en traje de baño se ha podido pagar un millón de euros. Si la fotografía es la que yo vi en la pantalla, no es más que de la cintura a la cabeza de la zona dorsal de la princesa, una imagen, además, nada nítida.

Se necesita estar muy pasado de sentido común o ganar los dineros sin doblar el espinazo, para pagar un millón de euros por una fotografía, sea esta de la princesa o de todas las princesas del mundo juntas. Sobre todo cuando la economía está amenazando a muchas familias con no poder comer todos los días. Cuando vemos esas imágenes de los niños es brazos de sus madres, que no son más que piel y huesos, y los ojos desorbitados de criaturas cuya mala suerte ha sido nacer en determinadas regiones de África.

La obscenidad más deleznable se hace presente, en algunas personas, cuando la codicia humana tiene la oportunidad de llenarse el bolsillo.