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El otro día andaba despistado en la cola de una de las paradas del Mercat del Peix de Maó, cuando un amable señor de porte elegante y edad avanzada (calculo que debía tener 75 años), me advirtió que era mi turno. Si les soy sincero, no sé si realmente me tocaba, pero tras su abdicación, di un paso al frente y en voz alta, pedí que me sirvieran una 'móllera' que me enamoró a primera vista.

Supongo que será porque la noche anterior, estuve siguiendo con atención el discurso de la reina Beatriz de Holanda, cuando se dirigía a sus súbditos para anunciarles solemnemente que había decidido que cedía su trono a su hijo Guillermo.

"Una mujer valiente", pensé yo. No debe de ser fácil dejar las mieles del poder, pero hacerlo en vida y en plenas facultades, desde luego, la honra. No en vano, el tema de sucesiones en la empresa familiar y en todas partes, siempre ha sido tema de estudio, protocolo, disputa y alguna palabra más gorda

En el Reino Unido, por ejemplo, me da la sensación, sin ser un experto en la materia, de que hay alguien que verá pasar la corona de cerca pero nunca se la pondrá. O lo que es lo mismo, que pudiera o pudiese ser que el príncipe Carlos ceda su trono a su hijo Guillermo (¿todos se llaman igual?). Hace días que andan modificando las leyes sucesorias que pondrán fin al actual principio de primogenitura del varón en la Corona británica para que pueda ser también una mujer la elegida.

En fin, que algo se mueve no lejos de aquí.