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Más que marear la perdiz con estudios demoscópicos sobre la intencionalidad del votante, agradecería un buen equipo entendedor de la realidad social que manejando los hechos consumados, tirase de unas sencillas reglas cuales pueden ser sumar, restar y dividir.

Hoy no es para nada resolver la cuadratura del círculo afirmar que el voto está muy fragmentado, que además la firmeza de fidelidad hacia una opción u otra es extraordinariamente volátil. Con estas dos primeras cuestiones ya se tiene pie para dar los siguientes pasos: ¿Puede el PP fiar las elecciones generales en lo que le pueda favorecer el voto de Andalucía?, ¿Cataluña?, ¿País Vasco?, ¿Comunidad Valenciana?, ¿Illes Balears?, ¿Comunidad de Madrid, otrora feudo de la derecha? pongo por caso... ¿Qué causa efecto tendrán los resultados de las elecciones del 24 de mayo 2015 con la elecciones generales el día que se celebren? Nudo gordiano que solo puede resolver la espada de las urnas. Pero mucho dependerá para los partidos emergentes, cómo sean sus actuaciones en ayuntamientos y autonomías, en lo que dure la espera hasta las elecciones generales.

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El séptimo de caballería que espera y en el que tanto confía el señor Rajoy de las mejoras económicas, tienen un tiempo agónico, inexorable de la premura de fechas. Por consiguiente, la mejoría no puede ser virtual como lo es ahora, tiene que pasar a ser efectiva, tangible, contante y sonante. No basta con decir que está lloviendo, el personal tiene que mojarse para creerlo. La gente ya solo se cree lo que ve, los parados que tiene en su casa, el mísero salario que no le llega a fin de mes, la precariedad de un puesto de trabajo que el empresario maneja como una espada de Damocles en demasiados casos. Todo eso va acondicionar las elecciones generales. La verborrea de la oratoria política está manida y lastrada por demasiados incumplimientos.

No tengo nada claro que el político haya evolucionado a los largo de lo que llevamos de democracia, pero el votante por lo menos ha aprendido que en democracia lo más importante es él y que el político no le puede ocultar al votante que lo eligió y le paga, ninguna acción política por más que pueda comprometer su continuidad al frente de un ayuntamiento, una autonomía, un ministerio y por supuesto la mismísima presidencia del ejecutivo gubernamental. No comprender eso es negar el mismísimo espíritu de la democracia.

Creo que más que estudios demoscópicos alguien haría bien si distrajera unas horas para desmenuzar los hechos autonomía por autonomía, adaptando lo ya conocido y rechazando suposiciones, por más que en este punto siempre habrá un voto tan anárquico que hace imposible atar cabos. Pero no obstante esa cantidad hoy por hoy, no es lo suficientemente significativa para dar o quitar gobiernos por mucho que se diga que el paquete del voto indeciso puede arreglar el presumible batacazo. Luego, lo que normalmente pasa, es que el desastre que se presumía, se confirma.