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Hay expresiones que se ponen de moda, a base de repetición y en el entorno adecuado. Ha pasado con el conflicto catalán. Por ejemplo: «Construir un relato». La idea ha triunfado. Ya no importa tanto la variedad de los hechos, la «verdad» informativa, sino que la suma de lo que transmiten los medios en sintonía con la línea editorial que defienden crea un relato que se constituye como un sinónimo de la información, cuando, como mucho, no pasa de ser una metáfora. Por ejemplo, los independentistas se han abonado al relato de la represión del Estado. Los unionistas, al discurso del adoctrinamiento en las escuelas. En ambos casos, primero es el argumento y después los hechos. Al considerar que muchos ciudadanos, con una posición definida, están dispuestos a aceptar lo que sea porque ya han asumido el argumento como cierto, los medios les llenan la cesta de datos interesados para consolidarlo. Pobre periodismo.

Nunca he comprendido la obsesión de los partidos por el argumentario. Casi todos, de derechas y de izquierdas, reparten entre sus políticos un argumentario sobre los temas de actualidad. Así todos opinan lo mismo, sin fisuras. La repetición del mensaje llega a dar la impresión de que puede aproximarse a la verdad. Pobre política.

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Otro término que se ha impuesto es el «principio de realidad». La idea es que los independentistas han intentando conseguir un objetivo político hasta que han topado con ese principio, que les ha devuelto a la tierra y les ha llevado a la cárcel. También es otro concepto contaminado por las ideas. La realidad parece que se nos muestra como la Constitución, inamovible. Si la Carta Marga llega a adaptarse a los nuevos tiempos la realidad habrá cambiado, porque la sociedad no es una foto fija, ni las personas seres sin ideas ni consciencia. Pobres ciudadanos.

Al final, el relato es un cuento y la realidad es subjetiva.