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En muy pocos días hemos pasado de sujetarnos para no dar noticias que alarmasen a la ciudadanía a tener a nuestro pesar, a toda la población «enferma de pánico», y lo que nos está pasando no es para menos, cuando la Organización Mundial de la Salud no ha vacilado ni un segundo el calificar al covid-19 como pandemia mundial. De día en día, incluso de hora en hora, las noticias no pueden ser más preocupantes, no solo ya en el número de víctimas mortales exponencialmente al alza y el número de infectados. Otros datos coadyuvan a que esa preocupación se agigante.

Ayer, día 12 de marzo 2020, la bolsa sufrió el mayor desplome de su historia, con una caída de 14,06 por ciento en una sola sesión. La bolsa española ha perdido más de la tercera parte de su valor, prácticamente 235.000 millones. Hay empresas que por falta de suministros o por tener personal contagiado ha cerrado. En una zona de Catalunya acaban de confinar a 70.000 personas (13-03-20). Madrid ha pedido a sus ciudadanos que no salgamos a la calle; los hospitales madrileños han suspendido las visitas ordinarias y las intervenciones quirúrgicas no urgentes. Están empezando a medicalizar hoteles para atender a los infectados, procurando que los hospitales madrileños no se saturen; las Fallas de Valencia quedan suspendidas y toda actividad deportiva y la docencia a nivel nacional. En cuanto a las Fallas, dicen los técnicos falleros que una falla montada ya no se puede desmontar porque se malbarata; los comerciantes hoteleros de la Valencia fallera se encuentran de repente con un gran acopio de alimentos en cámaras y arcones, ignorando que salida les podrán dar; las grandes superficies de los supermercados han sido en cuestión de 2 0 3 días «poco menos que asaltados» por la gente que ha comprado convulsivamente. Como si fuera en una película de Berlanga, dos matrimonios salen a tortazo limpio por una bandejita con medio pollo, en otro caso tuvo que intervenir la Guardia Civil para zanjar la disputa por un carro de la compra. El gobierno se ha visto obligado deprisa y corriendo a inyectar entre una cosa y la otra, 18.200 millones de euros, el 1,5 por ciento del PIB español.

No tengo ninguna intención de crear ningún tipo de pánico, todo lo contrario, pero estamos en un momento en que a las cosas hay que llamarlas por su nombre, sin tapujos, y demostrar la altura de miras que tengamos. Estamos ante una situación sanitaria de pura emergencia, que va a dejar una huella muy seria entre los afectados y las víctimas mortales, aparte que la economía de prolongarse unas semanas más esta situación, quedará muy tocada. Conviene recordar que en poco más de una semana, hemos pasado de tener algunos contaminados a ser el segundo país de Europa con más casos de contagiados.

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No me creo que los italianos sean más alarmistas por tener a todo el país en cuarentena, 60 millones de personas que se dice pronto. De momento España ha prohibido la llegada a nuestro país a todo avión o barco que proceda de Italia. Es más que probable que el covid-19 acabe por ser también la catarsis de una crisis anunciada a nivel mundial de una economía más virtual que real. Sería muy grave que las instituciones y el gobierno de turno, cometan los mismos errores que tras la crisis financiera de 2007-08 que dejaron una mala situación de la que apenas habíamos empezado a ver la luz del túnel.

No quiero dejar sin decir según la información que he recabado, que una mascarilla no es útil a partir de que se humedezca. Es decir que cuando se ha humedecido, lo que sucede en pocos días es que ya no tiene garantías de protección, además la mascarilla es para que la utilicen el personal sanitario y los contagiados y los que crean tener síntomas. Su finalidad es no contagiar y no para que no nos contagiemos.

(Este artículo se ha escrito el día 13 de marzo para ser publicado hoy lunes 16 de marzo, cuando la situación exponencialmente puede ser muy distinta).