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Hoy es 24. Son las 11:00 horas. El bar aparece casi vacío. Otro tanto ocurrirá el 29, el 30 o el 31, dependiendo del mes. Pero es 24, y quienes faltan son los ancianos del dominó. Mañana, fecha de cobro, será otro día, efectivamente. No es que jueguen con dinero –lo sabes- pero un café cuesta un euro con diez que ya no tienen. Nula ficción. Puro hiperrealismo. Cada 24, los jubilados desaparecen: de la cafetería (la única diversión que algunos todavía pueden permitirse a tenor de factores económicos o de movilidad); del supermercado; de los autobuses; de las panaderías… Mientras, junto al lamento del tabernero, un televisor muestra a políticos pululando por ahí, sin meta, ciencia, sabiduría, oficio o caridad, en automóviles de alta gama, acompañados por ‘su’ conductor y ‘su’ guardaespaldas. Unos perdieron, cuando acariciaron la tersa piel del poder, sus hojas ideológicas; otros, incluso, las raíces…. Entretanto, los indigentes siguen durmiendo en las calles intentando sortear las bajas temperaturas de esas noches que para ellos resultan siempre inmisericordes. Nadie velará por su integridad física…

29, 30 y 31. Los carritos de los supermercados –incluso sus parientes, las cestas- permanecen inactivos, aguardando a que los omnipresentes, omniscientes y todopoderosos bancos atestigüen que el jodido salario ha llegado. Esos supermercados en los que has visto el rostro/los rostros verdadero/verdaderos de la crisis económica que no cesa –ni cesará- porque quien reparte las cartas es un tahúr. Has visto, sí, a A (ocultarás, evidentemente, su nombre), una A de carne y hueso, escondida en un recóndito lugar del establecimiento, vaciando su monedero y contando cuánto le queda. Luego A recorrerá el establecimiento, mirando y sumando precios para que la cosa cuadre y calculando qué es esencial y qué no…

Sus señorías/señoríos (que de corrección política saben mucho), entretanto, seguirán sin pisar las calles y evitarán en su Audi el contacto con esa gente a la que dicen (usan, como nadie, el sarcasmo) defender. Esos que, cuando hablan de economía, únicamente esgrimen números, pero que jamás dibujan rostros…

Benito Juárez, probablemente, les recordaría aquello de que «malditos aquellos que con palabras defienden al pueblo y con sus hechos lo traicionan»… «Esquive Vallecas» –ordenará un izquierdista de pro a su chófer-. «Al barrio de Salamanca» –indicará otro, desde opuesto extremo ideológico-. Que, como diría Manrique, los extremos, «allegados son iguales»…

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