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La botella de Menorca se ve medio vacía cuando sufrimos el síndrome de la periferia, cuando estamos tan lejos de las capitales que nadie escucha las voces de la tierra de En Xoroi. La botella medio llena es cuando dicen que somos el centro geográfico del Mediterráneo, la tierra de todas las culturas, el país de Severo, Said Ib Hakam, Alfons III o Richard Kane, un territorio lo más parecido al paraíso, por sus calidades, de vida y de paisaje.

Hoy lo importante no es cómo está el nivel de la botella sino que se llene en lugar de vaciarse, porque está en juego algo tan esencialmente básico como la supervivencia de la economía.

Por fin conocemos hoy uno de los proyectos más ambiciosos para llamar a las puertas de Europa y empezar a crear una «marca propia». La Isla aspira a ser un centro neurálgico de innovación tecnológica sostenible, lo que se llama un hub que atraiga a la Isla a gente que migra de las grandes ciudades en busca de lugares para vivir y aptos para trabajar desde la distancia. No somos únicos en este objetivo. Hay una auténtica competición en marcha. Pero tenemos algo único que ofrecer, aquello de lo que más presumimos y que ahora se ha convertido en nuestro mejor aval económico, la tierra que pisamos.

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El conseller Miquel Company y Marcos Martín, creador de Menorca Millennials y Decelera, son los motores para desarrollar este proyecto. Ya se han dado pasos con otras administraciones, entidades, grandes empresas y grandes expertos en las nuevas tecnologías.

Pero es evidente que para que una idea ambiciosa llegue a algún puerto habrá que, además de trabajar mucho, poner los medios para la travesía. Porque no solo de paisaje viven los que pueden ayudar a esta «nueva economía». Hacen falta redes tecnológicas de calidad, centros de cooperación, una oferta educativa distinta y una implicación amplia, una red que ha empezado a tejerse.

La tierra más periférica de España quiere ser el centro de la tecnología sostenible. A por ello.