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Parece ser que un político de izquierdas –al que alabaste pública y recientemente– te etiquetó como un hombre de «derechas». Y, ¡ojo!, un «conseller», de signo contrario (al que tú respetabas y respetas enormemente, te tildó de «izquierdista»). Por tanto, estás, según ellos, en ninguna parte. ¡Y te alegras! ¡Nunca hubo un alumno que supiera de tu ideología, nunca! La tuya es una posición incómoda. No recibes aplausos, ni privilegios de un lado u otro... Tan solo una sutil amenaza (la del miércoles). ¡No deja de ser espléndido, vivir así! Y dormir, en versos machadianos, con la poética certeza de que nada debes y solo recurres a tus versos que, desgraciadamente, no tienen la brillantez de un sevillano que cambió la vida a tantos...

Este es un artículo difícil. Vas a definirte. Lo hiciste hace tiempo... De manera explícita. Tu partido es tu conciencia, a la que, desgraciadamente, en ocasiones, no haces caso... Y eso, reconcome. Tu ideología son las Bienaventuranzas. Y ese dictado, el tuyo... En ocasiones la conciencia se escora hacia un lado u otro. Serías un izquierdista radical si no fuera por el tema de la vida... Nadie hay tan desprotegido como un ser que pugna por vivir, el primer obrero... Nadie hay tan desprotegido como aquel al que no se le suministra un medicamento por costoso que sea mientras se invierten cuatrocientos millones en publicidad...

Lo siento... Esa no es mi izquierda...

No estás en ninguna parte. No es ese, sin embargo, un mal lugar para vivir... Has sido simplemente un maestro. Ahora un jubilado que, cuando lee un libro, sigue pensando en sus alumnos y, ¡uf!, se encuentra con un texto que podría ayudar a... Es ese un lugar extraño en el que habitas, sí, a contracorriente…

En ese lugar, sí, sin embargo, se cree en el perdón -si se pide- y luego se olvida, porque no hay perdón sin olvido, y ese perdón viene acompañado por el heroísmo y la capacidad de pedirlo -¡joder!- ; en ese lugar existe la capacidad de que nadie, ¡nazi!, etiquete a alguien (¿derechas, fachas, podemitas, hijos de puta?) y, al hacerlo, ese alguien perciba, aterrado, que hay grises); ese lugar, sí, en el que podamos amarnos, de una puñetera vez, obviando ideologías, a sabiendas de que toda ideología que no se fundamenta en el amor no merece la pena...
Estáis jodidos. Lo único que sabes es que si alguien se ahoga le darás la mano, sin pedirle antes si es de derechas o de izquierdas…

¿Mi ideología? ¿Mis principios? Ahí están... Habla San Pablo...

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«Y aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo para dejarme quemar, si no tengo caridad, de nada me aprovecharía.

Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, sería como el bronce que resuena o un golpear de platillos.

Y aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, y aunque tuviera tanta fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, no sería nada.

La caridad es paciente, la caridad es amable; no es envidiosa, no obra con soberbia, no se jacta, no es ambiciosa, no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal, no se alegra por la injusticia, se complace en la verdad; todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta».

Si algún vecino, si algún hermano enemistado, si algún político, de derechas o de izquierdas, creyente o no, asumiera eso, la Utopía entraría en ¡tantas casas! No es mala cosa esa...
Y ahora, si me han leído, cierren los ojos y piensen en la hermosura del mundo que podrían esculpir diputados y senadores si se aplicaran esos principios, o en esos empresarios cuyos beneficios no se basan en la justicia, sino en un saldo o en esos profesores que denuncian hoy una situación que se produjo hace un año, en...

El que esto suscribe ha votado a opciones muy diferentes... Buscaba, en ellas, simplemente, un término medio, un lugar plácido, sin vejaciones, un lugar en el que mis nietos -que no tendré- pudieran vivir sin rencor... En definitiva, quien esto suscribe, no es más que una persona libre que intenta serlo a la búsqueda de un país en paz...